Más o menos, son once mil los kilómetros que me separan de mi Santiago querido. Serían más de seis viajes a Huara porque los once mil son en línea recta, no en kilómetros de vía por Latino América. Pero gracias al Internet, a su bendito MSN y este sitio virtual y otros bares amigos, esos kilómetros son tan sólo unos segundos viajando en kilobytes. Así, leo el diario todos los días, manteniéndome al día en lo que a gatas, esquizofrénicos y granjeras se refiere (El Televidente es uno de mis narradores favoritos), siguiendo la odisea de Aucán y las peleas idiotas de debates televisados o no. También escucho los partidos de la U en cooperativa.cl y si estuviera en casa entre las 14.00 y las 18.00 sin duda escucharía El Portal en rockandpop.cl. Gracias la maravillosa tecnología veo el programa de Cecilia Bolocco a través de la narración de mi madre y me entero de nuevas copuchas, eventos y también noticiones.
Gracias a esta tecnología y violando las leyes antipiratería, tengo en mi Winamp el nuevo disco de Los Bunkers: Vida de perros. (¡Gracias! ¡Muchas gracias! al pirata que me lo cedió, cuya identidad mantendré en reserva para que no lo pille la INTERPOL).
Ven aquí es el primer single. Ya había salido antes de que viniera a Springfield, y me parecía un rock menos elaborado arreglísticamente hablando que La exiliada del sur o Canción para mañana temas notables de su placa anterior La culpa (2003). En este sentido, el resto del disco no me sorprendió. Gabriel Bahamondes en su crítica (¿crítica?) en elmostrador.cl celebra el disco como “viene a coronar una carrera sólida y pide a gritos la internacionalización”, mientras mi amigo Feña, comparando (especulo) Vida de perros con La culpa, declara: “Es un disco más rockero, más de guitarras, más de canciones de tres minutos y medio, más de letras sencillas. No es el mejor disco pero sigue siendo bueno”. La corona de Los Bunkers, ésa que dice con letras de neón que son, hoy por hoy, la mejor banda de rock en Chile, tiene un penacho multicolor que dice La culpa.
Este álbum es claramente un regreso, no un retroceso, hacia lo que fue Canción de lejos (2002). Arreglos del estilo de Pobre corazón o Las cosas que cambié y dejé por ti: dos guitarras complementarias y una batería frenética, ritmos golpeados y que suena mucho como Los Tres. (Pongan especial atención a la homónima Vida de perros, track 10. El que me diga a qué canción se parece se lleva un premio sorpresa. Feña no participa y el que le pregunta no juega, hacer teléfono, onda pregúntale a Feña y tú me decís y compartimos el premio, tampoco vale). Al oír este nuevo disco, Los Bunkers volverán a enfrentar su más difícil tara: la eterna comparación con Los Tres. Le oí decir a Francisco Durán una vez que aquella comparación no era mala cosa, “que te comparen con músicos buenos es un honor, malo sería me nos compararan con Supernova”. Aunque esto es muy cierto, después de La Culpa esperábamos, y me atrevo a hablan en plural, que la fusión del rock chileno, con sus influencias clásicas y populares, y la nueva canción chilena que Los Bunkers lograron magistralmente en La Culpa, sería su sello propio.
Las expectativas no son más que lo que esperamos de algo. Si ello no es como lo esperábamos, nos desilusiona. El disco es excelente –los vuelvo a comparar con Los Tres y creo que ellos son lo mejor del rock nacional–, pero no dejo de pensar que La Culpa es mejor.
PD: No mates la música. Bueno... no de nuevo.
Fe de erratas: Donde dice "Supernova", debe decir "Glup!".