El Club Hípico estaba a reventar: 50 bandas y no sé cuántos miles de personas.
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El Vive Latino es un festival enorme. Sus tres escenarios y más de 50 bandas sobre éstos, ofrecieron de todo: momentos de magnitud universal, momentos sólo para fanáticos y momentos definitivamente sozos.
La puertas se abrieron -como bien indicaba el Manual de Comportamiento del Público que nos entregaron una vez dentro del recinto- a las 11.00 de la mañana y hasta las 17.00 horas a las que llegamos nosotros, ya habían pasado grupos que queríamos ver
Los Miserables,
Plastilina Mosh,
Francisca Valenzuela y
Difuntos Correa, por nombrarles algunos.
Sin embargo, eso no fue lo único que nos perdimos.
Los Tres y
Vicentico tocaron a la misma hora; igual nos pasó con
Catupecu Machu, con
Los Bunkers y
Jorge González, y
Divididos y
Chancho en Piedra. Parejas de imperdibles que nos hizo perdernos entre nosotros, además, porque optamos por ir a distintos escenarios. Sólo al final, logramos reunirnos cuando entre llamadas truncas y mensajes de texto sin enviar, resultó que estábamos todos donde
Los Jaivas y nos quedaríamos allí para
Babasónicos y para ver qué onda con los "invitados"
Keane.
Cada banda hizo lo suyo y cada uno de los que fuimos lo vivió de distinta manera. (El link de este post será enviado a todos quienes cite -a decir:
Feña,
Coti,
Congrio, Pamela, Nacho-, para que corroboren, critiquen, desmientan lo que mi subjetividad escribe a través de mis dedos. El recorrido en que me baso es el que compartimos Feña y yo.)
Los Bunkers y Jorge González y Divididos.
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Llegamos justo cuando
Sinergia hacía lo suyo. "Te enojai por todo" y el tema que se nos pegó toda la noche "Arriba las manos" -que era sólo la presentación de la banda-, Sinergia nos dejó las expectativas de un gran recital. Nos movimos al escenario amarillo para ver a
Los Bunkers, número seguro que, sin grandes novedades -quizás Jorge González de invitado en Llueve sobre la Ciudad- cumplió bien su rol de ser, por lejos, lo mejor del rock chileno de esta década.
Después de la presentación de
Jorge González en la Cumbre del Rock, decidimos no quedarnos al jugo y fuimos a ver a los otros notables nacionales:
Chancho en Piedra, quienes siempre se encargan de hacer lo suyo muy bien: todos disfrazados de Chespirito y haciendo gala de su larga lista de éxitos, mantuvieron a su público -fácilmente reconocibles por cargar sus Juanitos a donde fuere-, hasta que llegó la hora de
Divididos. Los argentinos nos dejaron boquiabertos.
Ricardo Mollo y
Diego Arnedo (guitarra y bajo, los históricos) más
Catriel Ciavarella (batero de 24 años que integra la banda desde 2004) virtuosean sobre el escenario marcando la nota alta de recital.
En eso, comenzaba en el otro escenario la presentación de
Vicentico. El vocalista de Los Fabuloso Cadillacs hizo un show para él. El público quería a Los Fabulosos y él les entregó mucho material de su último disco Los Pájaros. No duramos mucho viéndolo, nos cayó mal; puteano al público, mandándolos a la "concha'e tu hermana", no sé si será un juego que tiene con sus fans, pero a mí me pareció un jugoso de la talla de Jorge González. Aunque, la Coti y Congrio, que estaban adelante, se lo bailaron todo y discreparon de esta apreciación.
Nos aburrimos de Vicentico y fuimos a lo seguro:
Los Tres. Los reyes del rock chileno, los retornados, nos dejaron -a este par de fanáticos- muy decepcionados: sonaron pésimo, hicieron una versión de Tírate monótona, con una batería muy de Los Bunkers -nótese que Manuel Basualto, el actual baterista del grupo es hermano de Mauircio, el baterista de Los bunkers- ante la que Feña sentenció: "No me gusta". Luego, entre cervezas, Nacho levantaría su apreciación antes la falta de prolijidad y el siempre-lo-mismo: "Están haciendo lucas".
Los Jaivas y Babasónicos.
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Venían
Los Jaivas y ante el numerito de Los Tres, no hubo dudas y fuimos a verlos desde el principio. Y no cabe duda, aunque no sean los mismos integrantes de cuando grabaron Alturas de Machu Picchu, suenan excelente, conmueven con cada melodía y con cada verso. Incluso cuando cierran con Todos Juntos y evaluamos en voz alta que "ésta es la peor", quedamos riéndonos de nuestro propio juicio. Sencillamente, Los Jaivas son lo mejor no sólo del rock chileno, sino lo mejor de lo mejor.
Nos quedamos para unos lateros
Babasónicos, que nos aburrieron y nos fuimos.
Rata Blanca lo escuhamos a lo lejos, y simplemente no nos motivó y, por curiosidad, nos quedamos esperando a
Keane, este bizarro invitado inglés a la fiesta del rock en español.
Los ingleses llevaron su público. Un grupo de adolescentes se paseó todas la terde con poleras de Keane e incluso intentó echar a Babasónicos del escenario. Luego de cambiar totalmente la iluminación del escenario, salieron a cerrar... No sé si Tom Chaplin (voz) se diera cuenta de cómo el mar de gente que repletó los tres escenarios se iba continuamente, dejando a Keane solo con su público. "Deberían haber cerrado Los Jaivas... o Calamaro, pero no vino".
A fin de cuentas, el Vive Latino fue un Festival, con lo bueno y lo malo que tienen los festivales: una apoteósica cantidad de músicos en esena, públicos variados arrejuntados en un mismo recital, largas horas de pie y súbitos dolores de espalda, grupos que dan la nota alta y otros que dan la baja, cosa lógica si consideramos que es inevitable comparar unos con otros y que cada uno hace los juicios basado en sus preferencias y espectativas.
Sólo basta desear que se repita el próximo año, que Vicentico cante más de los Cadillacs, que Los Tres se pongan las pilas, que Los Bunkers sigan como van, que Los Jaivas no se mueran nunca y que el próximo año vengan además Molotov, Fito Páez, Andrés Calamaro y Café Tacuba.
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